Por Ana
Díaz
Estudiante
en la Licenciatura en Música , UAZ.
o.oisadiaz@gmail.com
Probablemente todos en este tiempo hemos escuchado o incluso hemos
sido parte de los “melómanos” que dedican
sus días a criticar la música que la industria ofrece actualmente. Sencillo
tras sencillo, hemos perdido la esperanza de encontrar una propuesta musical,
tal vez ya no novedosa, sino al menos decente (claro, según estándares muy
subjetivos la mayor parte del tiempo).
Pero es qué acaso la culpa de
estos atentados a nuestros tímpanos la tiene ¿La disquera?, ¿los
artistas? ¿la industria musical? Puede ser que sí y no; en lo personal creo que
es más fácil buscar culpables apuntando con el dedo que analizar objetivamente
el problema.
No quisiera que esto se
convirtiera en una crítica a la sociedad posmodernista-capitalista-arruina
todo, para eso basta con buscar publicaciones de “intelectuales” en Facebook; sólo
quisiera compartir mi opinión. Si pudiéramos olvidar por un segundo nuestra percepción
idealista de la música, en la que vemos al músico como artista errante con alma
de juglar y a la música como expresión sublime del alma, podremos darnos cuenta
que todo esto es un negocio. No está mal verlo de esta forma; los músicos,
compositores, productores, arreglistas, ingenieros de audio y toda clase de
profesionistas que giran en torno a la música también tienen necesidades y
ofrecen su trabajo como un producto monetizable. Sí, es cierto, seguimos siendo
artistas, pero también buscamos estabilidad financiera para poder seguir ofreciendo
nuestro arte.
Una vez aclarado éste asunto, nos
damos cuenta que al ser la música un negocio, se impone también sobre ella la
ley de la oferta y la demanda. La disquera ofrece lo que parece que agradará a
la mayor cantidad de personas posible. Ésa es la mentalidad de cualquier dueño de una
empresa: si no vendo mi producto, mi empresa muere. Tajante como eso. Es en
este punto en el que empezamos a advertir parte de la causa de nuestro (ahora más literalmente “nuestro”) problema.
Cada quien hace
la música que le dé la gana, pero la que recibirá remuneración justa lo
decide la sociedad consumidora. Si sólo pudiéramos entender la
magnitud de nuestra influencia como consumidores en la industria de la música sabríamos
que lo que se escucha a diario en la radio es un reflejo de nuestra sociedad.
Volviendo a
reflexionar la cuestión de si la buena música pasó de moda, más bien yo diría que la buena
música dejó de ser rentable. Cada vez que la gente modifica sus estándares de
calidad en cuanto a lo que escucha, cambia el rumbo de a dónde voltearán
los reflectores de la fama; lo que se volverá viral y lo que se etiquetará como
“indie”.
Esto no significa que toda la música “comercial” sea pésima por el hecho de estar “de moda”. Todas las grandes canciones (e incluso
las grandes piezas clásicas) tuvieron sus momentos de popularidad masiva.
Por otra parte, tengo que
admitir que existen propuestas increíbles de bandas actuales (si, del siglo
XXI, sorprendente ¿no?) pero tienen que luchar con más fuerza para hacerse de
un lugar en los oídos del público y sólo nos piden ir más allá de las
tendencias musicales.
Ya para concluir
quisiera hacer un llamado a todos nosotros, consumidores compulsivos de música,
por una parte, a ser críticos con lo que entra a nuestros oídos; y, por otra
parte, a preguntarnos si un género de música no me gusta ¿Es tal vez porque
refleja una realidad que me incomoda? ¿Qué estoy haciendo yo para cambiar esa realidad?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario