El presente es un ensayo inspirado en la magna obra: “Yo soy
Malala”.
Premio Nobel de la Paz 2014.
Y en cuya historia encuentro, fuerte ilación con la realidad
nacional, juzgue el lector:
La inspiración de Malala está edificada en su historia familiar,
hija de un profesor, cuyo sueño realizado fue edificar y dirigir una escuela,
misma donde creció Malala. Un padre que respeta su libertad de expresión, y la conduce en pro
de la Paz y la Educación. Un Maestro que no tenía miedo de criticar a las
autoridades, o incluso al ejército.
Cuando intentaron reformar su modelo educativo y dictaminar cómo
dar clases, convocó a los maestros con el siguiente argumento:
“Los funcionarios de
gobierno no son vuestros jefes,
- les recordó a los maestros.
- Nosotros educamos a sus hijos.”
Así como su Padre, Malala tuvo afinidad por otros personajes: Benazir Bhutto. Líder política, quién declaró su oposición a los
talibanes: “Derrotaremos a las
fuerzas del extremismo y la militancia con el poder del pueblo”. De repente se oyó un estallido cuando un terrorista suicida hizo
detonar su explosivo. Tras su muerte, expresa Malala una inquietud interna: ¿Por qué no vas tú y luchas por los derechos de las mujeres?.
Por definición, La cultura Oriental y
Occidental, ocuparían polos opuestos. Sin embargo, la intolerancia del hombre es una realidad
global, cuyo fruto es la guerra, Monstruo grande
que pisa fuerte, en palabras de León Gieco, el argentino que imploró: Que la
Guerra no le sea indiferente.
Hace un día se notificaba un atentado
terrorista en Estambul. Turquía. Hace una semana un ataque al magisterio
en Oaxaca, México. Y hace menos de un mes otro en Orlando,
Florida. Mi pregunta es: ¿Nuestras realidades son
ajenas? O porqué la indiferencia? Tan temida por León Gieco.
Malala expresa el repudio que sintió,
cuando un político trató de justificar el asesinato de Benazir: “Estuvo bien
que la mataran – dijo – Si hubiera vivido, habría habido anarquía”.
Al día de hoy, en pleno siglo XXI y en un
país “occidental” ¿No vimos mensajes similares de políticos, tras las muertes
en Orlando? : “Lástima que solo fueron 50 y no 100”,
escribió José de Jesús Manzo Corona, director de la Secretaría de Desarrollo e
integración Social de Jalisco.
Tras las muertes en Oaxaca, aun hay quién
califica a los maestros con adjetivos como: “vándalos”.
Creo que fácilmente nos desvían la
atención hacia lo menos importante. Los atentados van en contra de los
derechos humanos básicos: La vida / La Educación / La libertad de expresión.
Malala, una niña que alzó la voz, y
cambio dispararon en su cráneo. Después de haber sido sometida a una
craniectomía, la mitad de su cara quedó paralizada y no podía sonreír. Su madre
lamentaba: Los talibanes son muy crueles, LE HAN ROBADO LA SONRISA.
Hoy es premio Nobel, y después de su
discurso antes las Naciones Unidas, su país le dio la espalda, la acusaron de
que lo que le impulsaba a hablar, era el “ansia de fama de una quinceañera”.
Oaxaca tiene niños, activistas mexicanos,
que acompañan a sus maestros, y están luchando por su derecho a la educación,
sus nombres permanecen en el anonimato, a ellos aún no les han disparado, pero
también LES HAN ROBADO LA SONRISA. Y al igual, hay silencio en su país y hay
paisanos por quienes son juzgados.
La tolerancia se debe convertir en
nuestra meta como especie, nos distingue nuestra capacidad de raciocinio, y por
ende, somos vulnerables a la discusión y las diferencias. Pero nuestra prioridad deben ser los
derechos humanos: La vida, la salud, la educación, la libertad de expresión.
Cualquier Ley, reforma, imposición o
atentado, contra alguno de ellos, es reflejo de la falta de adaptación y
tolerancia, y aquel que lo condene, debe ser condenado por nosotros.
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